Gente con banderas palestinas en una manifestación en Barcelona

El año de la banderita

El postureo y el cinismo, especialmente en redes sociales, van a más

A menudo me pregunto cuánto tiempo debe transcurrir entre el inicio de un conflicto y la inserción de la banderita del país afectado a los perfiles virtuales de determinadas personas. Resulta sorprendente la velocidad con la que realizan la valentísima acción de pulsar un botón en el teclado. Cuanto más polémico el conflicto, más rápida la acción. Llegué a ver a una mujer que iba actualizando sus historias de Instagram cada día, poniendo en él emoticonos de la banderita y del puño en alto.

Ni 4 días tardó en desistir y bajar las armas. Y cuando China decida ocupar la isla de Taiwán, qué hará toda esta pandilla? ¿Añadirá otra nación a los perfiles? Pero no será, pues, algo largo? ¿No será un poco pesada la cruzada por salvar a cuantas más personas mejor de todas las injusticias contenidas en imágenes de Twitter?

No tengo ninguna duda, que si se tuviera que pagar por demostrar apoyo a una causa de éstas justísimas, éstos se pelearían por quién es el más solidario y quién es quien más piensa en los pobres desgraciados que, efectivamente, son únicamente carne de cañón por campañas y partidos políticos.

Evidentemente, como son gente muy ruidosa, se forma un efecto “FOMO” —tener miedo a perderse algo, en inglés— y todo el mundo corre a captar el voto de moda, el voto joven, y los adultos se apresuran a poner un tono serio y simular que, o bien informan (los medios de comunicación) o bien deciden (los gobernantes).

Los medios hacen su trabajo, un poco sucio cuando estiran demasiado el chicle y deciden hacer uso de los datos de organizaciones terroristas, sin querer verificar ni filtrar. Los gobernantes únicamente buscan ser reelegidos, y si esto implica reconocimientos y proclamas, así sea.

Doble moral

Y de Sudán, ¿quién habla? ¿Y de los caníbales de Haití? Supongo que no debe vender demasiado bien, y no alimenta el discurso de lo que son animadores, esa gente. Todos estos que hoy hablan de Rafah no se acuerdan de nada más, hoy, porque sus cabezas están hechas para absorber, vomitar y volver a absorber.

Son esponjas, y únicamente ven estos conflictos como el pañuelo blanco y negro que comparte la hija del Guardiola, una moda.