Montaje con una imagen de Sílvia Orriols a la derecha. A la izquierda y con la cabeza hacia abajo, imagen de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras

El procesismo ha muerto. Visca l'Aliança!

El nuevo partido independentista inquieta al establishment procesista

"The King es dead, ¡long live the Queen!" (¡El rey ha muerto, larga vida a la reina!) es una proclama tradicional que se pronuncia a la sucesión de un monarca.

El poder es poder en la medida en que se perpetúa. La "potestas" se ejerce más allá de las personas físicas, dado que se trata de una "institución" establecida, una superestructura social. Al igual que hablamos de monarcas, podemos hablar de los papas de la iglesia o de los jefes de cualquier comunidad humana, sectaria o tribal. Incluso podríamos extenderlo al reino animal, en el caso de machos o hembras dominantes de un grupo.

La ausencia de poder produce "horror vacui" (pánico al vacío). Cuando un liderazgo decae o muerto, aparece siempre otro. Es una ley natural, psicológica, social. El rebaño –desempoderado por definición– necesita un pastor que lo lidere, que ejerza su guía. Esto son los políticos: representantes del Pueblo, escogidos en el marco de una presunta democracia formal. Delegamos nuestro poder como ciudadanos mediante el sufragio, votando a unos políticos concretos. También podemos abstenernos. Si lo hacemos, dejamos de participar del sistema establecido, decidimos no ser cómplices de un estado de cosas que nos perjudica o repugna. El poder y los liderazgos pueden cambiar en función de las circunstancias. Las mutaciones del poder responden a los retos de cada momento y, como los imperios, crecen, se mantienen o decaen. Esto vale por todas partes y también en nuestra casa.

Cataluña es una tierra ocupada desde hace siglos a raíz de muchas derrotas y también muchas traiciones. Para no retroceder demasiado, podemos partir de los pactos de la "modélica transición" española. Con la muerte del dictador se instituyó una pseudodemocracia neofranquista y borbónica. La generalidad se convirtió en una autonomía con ciertas competencias aparentes, siempre coaccionadas por la metrópoli madrileña.

Por lo pronto, la colonia autonomista CAT fue gestionada unas décadas por el pujolismo pescadorista. Luego apareció la fiebre indepe. Era lógico que llegara, ante el expolio sistemático ("España nos roba"), el maltrato habitual (catalanofobia) y los flagrantes abusos de poder nyordo. El Pueblo se levantó. Los años del Proceso supusieron una revuelta civil y pacífica sin precedentes.

La ciudadanía siempre por delante

Los líderes fueron desbordados por la fuerza emergente de la ciudadanía que reclamaba la liberación del yugo español. No estuvieron a la altura cuando, llegados al límite de la rotura, hicieron higo y se rindieron, entregándose al enemigo o huyendo cobardemente. El Pueblo quedó huérfano, cautivo de unos políticos fracasados ​​que, con sus renuncias, han acabado colaborando con el enemigo.

El procesismo es la consecuencia de la traición en el mandato del 1-OCT. Los líderes que hace 50 años, durante la transición, nos traicionaron pactando con los herederos de Franco; ahora nos traicionan pactando con el borbón. Terradellas, Pujol, Puigdemont, Junqueras... son la misma estirpe borda, butiflera y colaboracionista. Se autodenominan "independentistas", pero han demostrado con creces que no lo son. Sus hechos inconsumados lo demuestran.

Su no poder frente al poder castellano es nuestra condena. Asistimos a finales del procesismo, a las escombreras de una pantomima que ha estafado todo un Pueblo, que ha frustado las expectativas de una generación (¡otra!) que había creído en el ideal de la Liberación Nacional y que es ha acabado chocando con las miserias partidistas de unos políticos cobardes, impotentes, ineptos, indignos. Ahora la tramoya se cae a pedazos: la mafia partitocrática nostrada ha perdido votos y cencerros, no sabe qué nueva zanahoria empujarse.

Líderes caídos, sectas en liquidación, asociaciones caducadas. Éste es el espectáculo dantesco de la derrota procesista. Ya tocaba, después de tantos años perdidos, arrastrándose con el victimismo y el chantaje emocional. Espantajos patéticos. ¡Game is over!

Hay alternativa

Sin embargo, la muerte de lo viejo siempre implica el nacimiento de lo nuevo. Es el ciclo natural, inevitable. La primavera catalana 2024 nos trae un nuevo liderazgo, una nueva política, una nueva esperanza. Debemos salvar a Cataluña de sus enterradores. Hay un seísmo profundo e imparable que brota, que crece, que avanza, como el río caudaloso que baja de la montaña, una semilla de futuro... El procesismo ha muerto.

¡Visca l'Aliança! #SalvemCatalunya #FenomenOrriols